“Adelgace” sus deudas y “engorde” su bolsillo.
Gastar de más igual que comer de más, es un proceso que empieza en forma gradual. Así como podemos olvidarnos de verificar nuestro peso con regularidad, también podemos omitir la tarea de revisar nuestro saldo bancario. Resulta sumamente fácil no establecer presupuestos para el futuro, dejar que se acumulen los intereses de las tarjetas de crédito, o empezar a pagar con una el saldo deudor de otra.
“Cuando no abrimos los sobres que sabemos que contienen facturas y cuando evitamos hablar de asuntos de dinero con nuestra pareja , nos encontramos ante otras señales de advertencia de que estamos gastando demasiado”, dice la consultora financiera Marie Jennings.
Antes de que nos demos cuenta, ya estamos endeudados. Y de manera parecida a lo que ocurre con la obesidad, las deudas nos provocan estrés y nos hacen sentir infelices.
“Enterrar la cabeza en la arena no resuelve los problemas. Es preciso hacerles frente”, asegura la consultora Jennings. Para ello, necesitamos un plan estructurado – una “dieta” financiera — que nos indique qué hacer y cuándo hacerlo.
Empiece por medir la “obesidad” o deuda, de la que se quiere desembarazar. Consigne en un papel su situación económica general: los valores que posee, los ingresos que percibe, sus ahorros, las deudas contraídas…, todo. Calcule cuánto dinero obtendrá en los próximos seis meses y determine cuánto debe destinar a los gastos esenciales. Luego diseñe un plan de gastos realista que le permita ir pagando sus deudas, aunque sea con cantidades pequeñas. Salde primero las deudas más importantes, como la hipoteca.
Ahora, ¡empiece la dieta!
Primer mes
- Durante un plazo mínimo de una semana, lleve un meticuloso registro diario de todo lo que gasta. Le sorprenderá ver que las cantidades pequeñas suman un montón de dinero que se le escurre entre las manos.
- Establezca un límite diario o semanal de gastos. Cuando salga de casa, lleve exactamente la cantidad prevista – para sufragar sus gastos de trasporte y sus compras — y resista la tentación de excederse usando las cajas bancarias automáticas o las tarjetas de crédito.
“Si es necesario, recurra a la cirugía plástica radical: ¡haga pedazos las tarjetas de crédito!”, aconseja Alison Mitchell, autora de Your Money Straight and Simple (“Su dinero simple y llano”).
- No salga de compras cuando esté cansado o tenga hambre; lo más probable es que gaste dinero en cosas que en realidad no necesita. Si está fatigado, siéntese o recuéstese con los pies en alto. Como antes de ir al supermercado.
- Hable con sus acreedores. Elizabeth Stanton, experta en cuestiones de crédito, explica: “Sus acreedores no sabrán que usted tiene un problema a menos que se lo comunique. En estos tiempos difíciles, es posible que le tengan consideración y le permitan renegociar su deuda”.
- Converse con el gerente de su banco. “Nos parece muy importante que nuestros clientes hablen con nosotros de su situación lo más pronto posible”, dice el banquero Denis Piggott. “Queremos que se acerquen a nosotros antes de que se sobregiren, no después”.
- En principio, no pida nuevos préstamos. Como señala Alison Mitchell: “Si alguien le ofrece crédito, de hecho lo está invitando a endeudarse”. Pero, dependiendo de sus ingresos y de su grado de endeudamiento, a largo plazo podría ser sensato obtener un préstamo bancario con una tasa de interés más baja que la de una tarjeta de crédito, a fin de pagarles a sus acreedores. Tal vez le resulte más fácil manejar esa deuda única.
- Averigüe si alguno de sus amigos tiene problemas financieros similares a los suyos y bríndense apoyo mutuo. Llámense por teléfono y reúnanse con regularidad para cerciorarse de que no están gastando de más a escondidas.
Segundo mes
Sus deudas ya deben haber adelgazado. Si no es así, revise sus egresos con mayor rigor.
- ¿Gasta demasiado en comida? Examine la posibilidad de llevar al trabajo sus propios sándwiches o una ensalada. Quizá pueda adquirir menos alimentos preparados, o comprar al por mayor. Planee un menú semanal a base de ingredientes baratos y dése el tiempo necesario para preparar las comidas: así no tendrá que recurrir a los platillos ya elaborados, que resultan caros.
- ¿Desperdicia energía eléctrica o gas? Use las lavadoras de vajilla o de ropa sólo cuando tengan cargas completas. No deje su calentador de agua en “automático” todo el tiempo; enciéndalo cuando vaya a necesitar agua caliente.
- Revise su recibo de teléfono. Algún miembro de su familia podría estar haciendo llamadas muy largas. Pida a todos en su casa que efectúen sus llamadas de larga distancia en los horarios y los días en que las tarifas son más bajas.
- ¿Sus seguros le proporcionan ventajas? ¿No le convendría más inscribirse en el programa de seguros de gastos médicos de su empresa que asegurarse por su cuenta?
- Revise sus contratos de servicio de aparatos electrodomésticos cuando llegue el momento de renovarlos. ¿De verdad los necesita, o podría ahorrar ese dinero para pagar alguna reparación cuando se requiera?
- Haga limpieza de sus armarios y organice una venta casera informal de todo lo que no necesita; use el dinero recaudado para abonarlo al pago de una deuda.
Segundo año
Sus deudas ya deben estar saldadas o bajo control. Recompénsese – dentro de su presupuesto, claro está – yendo a cenar a un restaurante o planeando unas vacaciones.
Empiece a ahorrar con regularidad, aunque al principio las cantidades sean pequeñas. Y considere la conveniencia de volver a usar una tarjeta de crédito si eso le brinda la oportunidad de conservar su dinero más tiempo (en una cuenta que devengue intereses). Pero asegúrese de que puede pagar su saldo deudor cada mes…, ¡y hágalo!
Como sucede con todas las dietas, hay que estar muy atentos para no reincidir en los malos hábitos.