Nunca se vio, en ninguna época, tantos suicidios como en la que vivimos actualmente. “Matase y pare de sufrir!”, esta es la gran mentira que el diablo implanta en la mente de las personas que están desesperadas y cansadas de tanto sufrimiento. Sin embargo, ¡es justamente para el suicidio que no existe fin o solución! Todos los demás problemas o pecados, como la mentira, el adulterio, la enfermedad, los vicios, la plaga, la maldición, la idolatría, la hechicería o la prostitución, tienen solución. En realidad, solo el suicidio es lo que no tiene solución, y el problema es que las personas se han suicidado como nunca. Nosotros somos la única generación que ha vivido y visto esta epidemia. Ninguna otra generación tuvo que lidiar con tantos pensamientos, intentos o suicidios efectivos, y ¿por qué motivo? ¿Qué deseo tan intenso es este de terminar con la vida?
El ser humano comienza a desear la muerte o a ser suicida cuando ya asesinó sus sueños. Nadie tiene el poder de matar nuestros sueños, pues estos fueron dados por Dios, ¡solamente nosotros tenemos este poder, de asesinarlos o de nutrirlos, alimentarlos!
El diablo es el mayor destructor de sueños (no confundirse con asesino), pero aun así, soñábamos, nuestros sueños no habían sido asesinados. Sin embargo, el diablo crea situaciones en casa, en la salud, en la vida profesional, para que justamente, el ser humano llegue a la conclusión equivocada de que “no vale la pena ser honesto, no vale la pena ser hombre de una sola mujer, no vale la pena ser una persona que paga impuestos, no vale la pena creer en Dios, no vale la pena hacer caridad, no vale la pena ser verdadero, no vale la pena ser un buen hijo, no vale la pena buscar a Dios, pues yo soy todo eso y miren mi vida… Mis sueños no fueron realizados.”
Y entonces, gradualmente, comienza a asesinar sus sueños, a eliminarlos, y es a partir de ese momento cuando comienza a perder el sentido de la vida; sí, lo que le da sentido a la vida son, justamente, ¡los sueños! Y, para el hombre de Dios, no se trata de realizar sueños personales, pues nuestros sueños son los sueños de Dios. Es por eso que nada nos desmotiva, desanima ni nos impide permanecer en el Altar, pues nuestro sueño es ganar almas.
Nos sujetamos a estar en este mundo físico y Dios nos mantiene vivos para darles a los demás la oportunidad que nos fue dada. ¡Sabemos que nuestro trabajo se resume en mantenernos salvos, vivir por la fe y evangelizar a los perdidos! Y el diablo, sabiendo eso, vacuna a las personas contra los hombres de Dios y contra la Iglesia, precisamente para que no se acerquen y pierdan su oportunidad. El diablo sabe que no logró asesinar nuestros sueños, por eso se hacen reales y hoy vivimos el Sueño de Dios. Por esta razón, cuando nos enteramos de desgracias, catástrofes, guerras, recesión, discriminación, crisis, mortandad, nos indignamos; pues el diablo solo actúa donde existen almas. Entonces, a medida que estos males aumentan en el mundo, también se intensifica nuestra indignación.
Jesús dijo: “YO SOY LA PUERTA DE LAS OVEJAS” (Juan 10:7). Pero, ¿quiénes son las ovejas? Son aquellas que escuchan la Voz del Pastor y obedecen. Entonces, para ser oveja no basta oír, hay que practicar porque si usted oye y no practica, entonces, ¡no es oveja! Pero, si oye y practica, entonces no solo es oveja, además pasará por la puerta, que es Jesús, y hallará lo que desea encontrar. “El que por Mí entre será salvo; entrará y saldrá, y hallará pastos.” Juan 10: 9
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